Desigual y fragmentado. Así es como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y otras entidades definen el sistema de salud argentino. El motivo de esta afirmación está asociado a modelo tripartito, que involucra a las esferas pública, privada y de la seguridad social en su forma de funcionar. Incluidos en este modelo, todavía hay otros cuatro subsectores: hospitales públicos, clínicas sindicales (asociadas a la seguridad social), planes de salud prepagados y el PAMI (Programa integral de atención médica).
En cuanto a las cifras, el gasto total en salud representó el 9,2% del PIB argentino en 2023. De estos, el 5,3% estuvo asociado al gasto público y el 3,9% a los costos privados. Individualmente, se estima que cada persona cuesta alrededor de 1.243 dólares para el país sudamericano.
Con respecto a los recursos humanos, los datos de 2020 indicaron que el país tenía aproximadamente 4 médicos y 6 enfermeras por cada 1000 habitantes.
Además, se estima que al menos 36% de la población utiliza instituciones de salud pública, mientras que 60% van a las clínicas de la seguridad social. Todavía hay 13% de las personas que reciben asistencia de las compañías farmacéuticas prepagas y 10% que utilizan más de un subsistema para obtener atención médica.
En el modelo de salud argentino, el PAMI también aparece como uno de los grandes destaques, ya que es un seguro médico público para personas mayores, gestionado por el INSSJP (Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados). Atiende a jubilados, pensionistas y veteranos de guerra. La cobertura de salud es amplia e incluye desde citas, pruebas, hospitalizaciones y medicamentos hasta actividades y programas de prevención. Se estima que alrededor de 3,5 millones de personas utilizan el PAMI en Argentina.
Aun así, en la práctica, la fragmentación del sistema de salud significa que la población de bajos ingresos tiene menos opciones para acceder a la salud y se enfrenta a servicios de menor calidad. Además, las divisiones también influyen en la falta de integración entre los diferentes subsistemas. En otras palabras, al igual que en Brasil, es difícil proporcionar un seguimiento integral a los pacientes y tener acceso a su historial médico completo.
Sin embargo, antes de analizar los detalles de este sistema, ¿qué tal entender cómo empezó todo?
La historia del sistema de salud argentino
Las raíces del sistema de salud argentino se remontan a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando surgieron las primeras políticas de seguridad social y mutualidades. Sin embargo, fue específicamente a partir de la década de 1940 cuando el Estado asumió un papel más activo, ampliando los servicios públicos y creando Instituto Nacional de la Seguridad Social (INPS).
Ya en la década de 1970, la fragmentación se intensificó con la proliferación de Obras sociales (OS), entidades financiadas con contribuciones de trabajadores y empleadores, responsables de la prestación de los servicios de salud. Paralelamente, el sistema público atendía principalmente a la población indigente y desempleada.
Cuando por fin llegó la década de 1990, se produjeron transformaciones más intensas. Durante ese período, se implementaron reformas descentralizadoras de la administración pública. Estas medidas fortalecieron al sector privado.
En 1996, Ley Nacional de Obras Sociales (LNOS) fue sancionado el 23 de diciembre. El decreto determinó que los tres subsistemas deberían regirse por las mismas reglas, convirtiéndolos así en un solo sistema. Esta medida también tenía como objetivo garantizar que el acceso a la salud fuera universal y de calidad para todos los argentinos.
El LNOS también permitió a la población argentina tener Libertad para cambiar el seguro médico al menos una vez al año, sin restricciones. El propósito de esta decisión era estimular la competitividad entre las instituciones, de modo que se mejorara la calidad del servicio.
Otra característica determinada por la ley era la Lista de servicios básicos , incluidas las consultas, las hospitalizaciones, las pruebas y los medicamentos, que deberían ofrecerse a todos los beneficiarios del sistema operativo.
Además, hubo la creación de SuperSalud (Superintendencia de Servicios de Salud), un organismo autónomo cuya responsabilidad era regular y supervisar los planes de salud, garantizando que los consumidores cumplieran y protegieran sus derechos.
En general, el LNOS se creó para ampliar el acceso a la salud y reducir las disparidades en la calidad de los servicios. Sin embargo, prevalecieron las desigualdades.
Sistema tripartito: ¿qué significa esto?
Desde los cambios establecidos en el siglo XX, el sistema de salud de la Argentina tiene tres subsistemas en su estructura:
- Public — Se financia con impuestos y está dirigido a la población de bajos ingresos sin cobertura de seguridad social. Cubre hospitales y clínicas públicas distribuidas por todo el país, pero enfrenta problemas de infraestructura deficiente, falta de recursos y largas filas de espera.
El sector público es universal y gratuito, y todos los ciudadanos y residentes pueden usarlo independientemente de su situación socioeconómica.
Los servicios de salud pública son financiados por los gobiernos federal, provincial y municipal. Las instalaciones son variadas: en las zonas rurales es más común tener centros de salud pequeños, mientras que los grandes hospitales generales son más frecuentes en las ciudades. Debido a que ofrece consultas, exámenes y tratamientos gratuitos, la parte de la población que más utiliza los servicios públicos son las familias de bajos ingresos.
Si bien es funcional, el sector público enfrenta desafíos importantes, como una infraestructura deficiente, largas filas de espera y falta de recursos y personal en muchas regiones. A pesar de ello, es una red esencial para garantizar que la población tenga acceso a la atención básica y de emergencia.
- Seguridad social — Está gestionado por Obras sociales (OS), que sirven a los trabajadores formales y sus familias. La calidad de los servicios varía según el sistema operativo. Algunos ofrecen una cobertura integral, pero otros tienen lagunas.
La financiación del sector de la seguridad social se produce a través de las contribuciones de los empleadores y los empleados. Además, este subsistema ofrece planes de salud específicos, algunos administrados por sindicatos y otros directamente por el estado.
Por otro lado, la cobertura del servicio varía según el plan y el proyecto social específico. Aun así, en general, la oferta presenta un nivel de servicio intermedio entre lo público y lo privado.
- Privado: Es accesible a través de planes de salud de pago y está dirigido a la población de ingresos altos. Ofrece mayor agilidad y calidad de servicio, pero excluye a una gran parte de la población.
El sector privado está compuesto por una amplia red de hospitales, clínicas y consultorios médicos que funcionan mediante pagos directos o mediante seguros privados.
Por lo general, acceden a este segmento quienes tienen la capacidad financiera para pagar los costos o tienen planes de salud privados. La calidad de los servicios en el sector privado es generalmente alta, con tiempos de espera más cortos e instalaciones más modernas.
Los desafíos y dilemas de la salud en Argentina
Varios desafíos sistémicos y estructurales impactan la calidad de la salud de la población argentina. Sin embargo, además de la fragmentación, los principales problemas están relacionados con las dificultades de financiación, la mala infraestructura y los limitados recursos humanos.
Con respecto a la financiación, los expertos consideran que los métodos actuales son inestables. Argentina depende de la recaudación de impuestos y contribuciones, lo que limita las inversiones en infraestructura, equipos, tecnología y recursos humanos.
En cuanto a la cuestión de recursos humanos, el mayor problema radica en la escasez de profesionales de la salud, especialmente en las zonas remotas. La escasez de mano de obra se ve agravada por las bajas remuneraciones y las malas condiciones laborales en muchas unidades públicas, lo que dificulta la retención de profesionales calificados.
- Según el ranking de Estadísticas Mundiales de 2023, el salario promedio de un médico en Argentina es inferior al de Bangladesh. Mientras que en el país sudamericano los ingresos de estos profesionales rondan los 5.280 dólares al año, los médicos del sur de Asia suelen ganar más de 7.000 dólares. Aún con fines comparativos, los datos indican que en Brasil los médicos ganan unas 10 veces más que en Argentina.
Otro punto es el infraestructura precario. Además de la antigua estructura física de muchas unidades, también faltan equipos y medicamentos. Esta realidad es con frecuencia incluso peor en las zonas rurales y en las comunidades de personas con bajos ingresos.
El sistema privado en Argentina
En el contexto de la atención médica en Argentina, el sistema prepago se refiere a los planes de salud privados, también conocidos como medicina prepagada.
En esta modalidad, los planes pueden ser individuales o empresariales. La cobertura varía según el plan contratado, lo que también influye en la cuota mensual, el período de gracia y las cuotas.
Los planes prepagados ofrecen acceso a una amplia red de proveedores de atención médica y a servicios de calidad, a menudo con tiempos de espera más cortos que los del sistema público.
Según datos de SuperSalud, en 2023 aproximadamente 13 millones de personas en Argentina (alrededor del 30% de la población) tenían un plan de salud prepago. De estos, alrededor de 6 millones se utilizaron para planes individuales, mientras que los 7 millones restantes se beneficiaron de planes empresariales.
Aún en el sector privado, se estima que el país cuenta con más de 4 mil clínicas y hospitales como proveedores de servicios.
El impacto de la pandemia
Como en el resto del mundo, la pandemia de la COVID-19 también puso a prueba el sistema de salud argentino. El país, que ya tenía un sistema fragmentado y desigual, enfrentó enormes desafíos para hacer frente al aumento exponencial de casos y a la demanda de camas de UCI y respiradores.
El pico de casos a mediados de 2021 provocó la saturación de los servicios de salud, con hacinamiento en los hospitales y las unidades de cuidados intensivos, especialmente en áreas como el Gran Buenos Aires. La escasez de camas y respiradores provocó largas colas de espera y casos de pacientes que no recibían la atención adecuada.
Además, la sobrecarga laboral y el riesgo de contagio pusieron en peligro la salud física y mental de los profesionales de la salud, lo que provocó un aumento de los empleados despedidos por enfermedad y agotamiento emocional. Continuando con este tema, la falta de equipo de protección individual (EPI) también puso en riesgo a estos profesionales, lo que agravó la situación.
Las poblaciones vulnerables, como las comunidades de bajos ingresos, las minorías étnicas y las personas con enfermedades crónicas, fueron las que más sufrieron el efecto dominó de la pandemia, y sintieron aún más la falta de acceso a servicios de salud de calidad.
A pesar de los desafíos, el sistema de salud argentino ha demostrado cierta capacidad de resiliencia, implementando medidas para contener la propagación de la enfermedad y minimizar sus impactos, tales como:
- Medidas restrictivas: bloqueos y toques de queda para reducir la circulación del virus y aliviar la presión sobre el sistema de salud. Estas medidas, si bien eran impopulares en algunos sectores, eran esenciales para contener la propagación de la enfermedad y evitar un colapso aún mayor del sistema.
- Expansión de la capacidad hospitalaria: el gobierno argentino invirtió en la construcción de nuevas camas de UCI y en la compra de respiradores, aumentando la capacidad hospitalaria para satisfacer la creciente demanda. La expansión, si bien fue insuficiente para satisfacer toda la demanda, ayudó a salvar vidas y a evitar un colapso aún mayor del sistema.
- Campañas de vacunación — Campaña de vacunación masiva contra el covid-19, que ya ha vacunado a una gran parte de la población. La vacunación ha sido esencial para reducir el número de casos graves y muertes a causa de la enfermedad, aliviar la presión sobre el sistema de salud y permitir la reanudación gradual de las actividades.
Reflejo de la crisis económica
Argentina se enfrenta a una grave crisis económica, caracterizada por la alta inflación, la devaluación de la moneda local (el peso) y el aumento de la deuda pública. En 2023, la inflación anual superó el 100%, una de las tasas más altas del mundo. Mientras tanto, la pobreza alcanzó a alrededor del 40% de la población.
Uno de los impactos más directos de la crisis se produjo con los recortes en el presupuesto de salud pública. Según el Ministerio de Salud de Argentina, hubo una reducción significativa en las inversiones en infraestructura y en la adquisición de suministros médicos. Varios hospitales públicos informaron de dificultades para mantener reservas de medicamentos esenciales, como antibióticos e insulina.
Otro síntoma de la crisis fue el aumento del costo de los medicamentos y equipos médicos importados, debido a la devaluación del peso. Según la Cámara Argentina de Medicamentos, alrededor del 30% de los medicamentos básicos sufren una escasez regular en farmacias y hospitales.
¿Posibles soluciones?
En los últimos años, el gobierno argentino ha implementado algunas iniciativas para mejorar el acceso y la calidad de los servicios de salud. Uno de los principales ejemplos es Programa SUMAR (Sistema Unificado de Monitoreo y Evaluación de Resultados, una iniciativa del gobierno argentino para ampliar el acceso a una salud de calidad para las personas que no tienen cobertura médica formal.
Creada en 2012, como expansión de la antigua Planea nacer, SUMAR se centra en atención primaria de salud Y en prevención de enfermedades, centrándose en la salud materna e infantil, femenina y adulta. El programa está dirigido principalmente a jóvenes de 0 a 64 años que no tienen cobertura médica formal, además de a mujeres embarazadas y mujeres en posparto con la misma afección.
A pesar de ser uno de los programas exitosos, SUMAR sigue siendo insuficiente y también sufre de escasez de recursos humanos, infraestructura deficiente y financiación inestable.